Os dejo con un pequeño relato sobre un árbol.
Estoy plantado en un camino que va del huerto al mercado. Algunos campesinos, cuando pasan por mi lado me miran, pero hay uno que se sienta bajo mi sombra para dormir su sueño del mediodía. Como soy un árbol, no sé distinguir su rostro, pero siento como si mis raíces se estiraran por debajo de la tierra al sentirme dentro de su sueño. Algunas de mis hojas caen y percibo su vuelo hasta que se deslizan y se depositan sobre la tierra que cobija el cuerpo de mi visitante, suspirándome su dolor al no formar ya parte de mí sino de la tierra.
Mis hojas son grandes y verdes. En otoño se tornan amarillas, y es cuando más hermoso me siento. Muchos caminantes han recogido mis hojas, como encontrando en ellas lo que verdaderamente son. Pensé que las meterían en sus libros o en sus cartas de amor, porque yo podía escuchar las palabras y entenderlas. A veces me entristecía el mundo de aquellos caminantes, y su violencia hería mi tronco, porque alguno de ellos, en su peor luna, me golpeó con la fuerza de todo un amor acabado, y me hizo sangrar resina varios días.
Pasaron cientos de años, y mi madera envejecía tornándose tan dura como la piedra. Pensé que se debía a las palabras de miedo de los caminantes que cada año iban haciendo más ruidos mecánicos al pasar; incluso mis raíces retumbaban por su extraña velocidad, que tardé en entender varios decenios. Desde que multiplicasen su velocidad, sólo algún caminante pasaba de tanto en tanto. Me llegaban sonidos envueltos en unos extraños olores que nunca antes mis poros habían acogido.
Todo ello, junto a mi propia naturaleza fue lo que me hizo empezar a morir. El mundo seguía su vertiginoso recorrido y yo ya había estado muchos siglos con él.
Cuando dejé de existir, pude elevarme y verme petrificado en medio de un camino asfaltado de gris oscuro. Lloré con la lluvia de aquél día, y con ese agua limpié las manchas de mi tronco. Después sonreí en la inmensidad de un arco iris que dejaba ver una ciudad envuelta en espejos y cristales. Los vientos alisios me arrastraron, y salí de la atmósfera en un viaje que ya no puedo relataros.
Algunas frases sueltas de Jorge llenas de sabiduría
Una vez más, el delirio prepara mi camino hacia la libertad, y me dejo llevar por el tiempo de silencio. La vida arranca…
El hombre arranca con su mano de pantera,
la ilusión certera que se esconde en cada alma.
Dios sería una realidad, si este mundo no fuera este mundo;
y estos ojos fueran otros ojos.
La única libertad real es la duda.
No quiero pensar que dejaré de sentir ese miedo que me empequeñece para hacerme más grande.
Soy torpe, y como si mi torpeza fuera mi maestra y madre, me corrijo en devaneos de lentitud vertiginosos, que a veces me arrastran a las visiones más cercanas de lo que significa EL TODO.
Sólo me confunde que el desequilibrio de la balanza esté fuera de nosotros, y la balanza no sea más que un juego destructivo. Tengo la esperanza del que piensa que aquello que sucederá es porque debe suceder. También siento la fuerza de formar parte de este absurdo sentimiento de creer que yo debo hacer algo en la tierra, algo que va más allá de cualquier imaginación que yo haya podido concebir.
Sólo me confunde que el desequilibrio de la balanza esté fuera de nosotros, y la balanza no sea más que un juego destructivo. Tengo la esperanza del que piensa que aquello que sucederá es porque debe suceder. También siento la fuerza de formar parte de este absurdo sentimiento de creer que yo debo hacer algo en la tierra, algo que va más allá de cualquier imaginación que yo haya podido concebir.