Los volúmenes cada vez se alejan más de mi concepción. Quiero escapar de las formas simétricas, y adaptarme en la concepción espacial. Del mundo no espero más que lo que me presenta. De mi, espero no perder mi justo equilibrio entre realidad y sueño.
La vida no se concibe, es un desierto de color negro, y el viento de la propia naturaleza es su único artista. Me quiero envolver en los trazos temblorosos de mis manos, como si del temblor surgiera aquel que está cuando siento la energía de incorporarme etéreo dentro de mi única sabiduría, que es mía. No dudo del negro, ni del blanco. Los colores me trasmiten sensaciones que rompen mis sentidos y envuelven mis pasiones. El color me transporta al negro.
Mi constante trabajo con el negro me descubre dos lenguajes que soñaba a los cinco o siete años. Estoy sintiendo la energía de aquellos tiempos, y por el sentido del agua, me sumerjo en este viaje sin retorno.
El arte del blanco y del negro se está disolviendo. Mi vida cada hora está más lejos de mi vida. Mi sentir se parece más a mi mirada y ya no creo sino en la apertura cerrada.
La luz de hoy era tan suave que todo el día ha sido como un constante atardecer. Ahora, la lluvia golpea los tejados, y los ruidos no son sino estas palabras. No debemos hablar más. Existen las palabras invisibles y aún ni siquiera nosotros somos invisibles. La visibilidad de este mundo sobre los hombres es como la de un águila devorada por una serpiente. La presencia de aquellos que han abandonado sus luchas, para vivir la guerra, porque no existió nunca para ellos la posguerra. La locura que hemos absorbido está pariendo un fruto de discordia. En las manos de un manco están las llaves. Las llaves abren una puerta que no existe, y al abrirla, con el vacío de las nubes, se diluirán las especies. Entonces será cuando las almas, en un vuelo cautivado, se arrojarán por el túnel que les sumergirá en sus propias máquinas del tiempo, y podrán sentir cada uno de sus pasos. Algunos volverán atrás, y al volver, la tierra girará de nuevo para ellos. Otros abandonarán una de sus partes, para ser dos. Los terceros surgirán como flores bajo las índagas aguas de un nuevo planeta que ni siquiera tendrá nombre.